Hasta principios del siglo XX la Península era una masa rocosa, sin apenas vegetación, que, al dominar la entrada de la Bahía, era valorada únicamente por su situación estratégica para la defensa. De ahí que hasta entonces las fuentes históricas sólo se refieran a sus modestas instalaciones militares, de las que aún quedan algunos restos. Hasta el pasado siglo este espacio había estado en realidad muy alejado de la ciudad que había crecido en dirección oeste.
En la Península se han hallado restos antiguos que vendrían a confirmar un asentamiento romano en aquel "Portus Victoriae Luliobrigensium" que cita Plinio el Viejo en su "Historia Natural".
En concreto, en la zona sur del istmo de La Magdalena, la ribera más tranquila, pudo existir una villa marítima protegida de los vientos. Los hallazgos se produjeron en terrenos del antiguo Balneario y la actual Real Sociedad de Tenis, así como la cumbre de la Península , en yacimientos hoy en día completamente transformados en por la acción humana. Casi todos pertenecen a los siglos I y II de nuestra Era.
Actualmente, la Península de La Magdalena ocupa una extensión aproximada de 25 hectáreas. Es uno de los resaltes topográficos del entorno de la Bahía de Santander, el estuario más grande de Cantabria. El acceso a la Península, si no se hace por mar o por las playas que dan a la Bahía, se produce habitualmente por la Avenida de Reina Victoria y la calle Juan de Borbón, que dan acceso directo a la entrada del parque municipal, situado al oeste de la Península, en su parte más estrecha. La entrada al recinto es libre, en horario de 8 a 22 horas, y no se puede hacer en coche, a no ser que se disponga de autorización expresa. Varios caminos pedestres atraviesan el lugar, que es muy accesible, aunque hay que tener cuidado con las zonas de acantilado. Desde la Península hay acceso a las playas de La Magdalena y Bikini. El camino más transitado es la calzada que circunda la Península, que ofrece magníficas perspectivas costeras.
Uno de los mayores atractivos de la Península es su entorno natural, con espectaculares paisajes marítimos y una notable riqueza arbórea.
La vertiente sur de la Península ofrece un magnífico panorama de la Bahía de Santander, con la orografía interior de la región como hermoso telón de fondo. En este lado se encuentran dos de las playas santanderinas: la playa de La Magdalena, hacia el oeste, y la playa de Bikini, llamada así a finales de los años cincuenta por ser el primer lugar donde se pudo contemplar esta prenda sobre los cuerpos de las estudiantes y turistas extranjeras. Enfrente de esta playa se halla la Isla de La Torre (a la que algunos lugareños llaman “Isla de Los Ratones”), en la que se emplaza la Escuela de Vela. Cuando Isabel II visitó Santander en 1861, aquí se instaló una gran tienda de campaña, que, por su forma, dio durante un tiempo a la isla el nombre de “La Corona”. Muy cerca de esta peña está la Isla de La Horadada, importante enclave para el imaginario local, puesto que, según cuenta la leyenda, las cabezas de los Santos Mártires, San Emeterio y San Celedonio, la traspasaron sobre una barca de piedra. El 19 de enero de 2005, una fuerte temporal derribó el arco natural de roca que daba nombre a la islita, que cuenta con una pequeña baliza.
Siguiendo su perímetro desigual, la Península presenta varias “puntas” o salientes: la Punta del Puerto y la Punta El Higar, hacia el este, y la Punta del Caballo y La Palomera, hacia el norte. Prácticamente desde el comienzo del istmo, se va ascendiendo en altura hasta llegar a la cota máxima en el propio Palacio, que se encuentra casi rodeado por espectaculares acantilados.
En dirección noreste puede contemplarse una de las islas más importantes de la costa cantábrica, la Isla de Mouro. Situada a pocos metros del comienzo de la Bahía, con su faro de Cabo Menor, es un enclave fundamental para navegantes y pescadores. Además destaca por la riqueza de su reserva natural. La parte norte de la Península ofrece una magnífica vista del abra del Sardinero hasta el faro de Cabo Mayor.
Las Caballerizas Reales constituyen, con el Palacio, el edificio más importante de la Península, por su historia y su íntima relación tanto con los veraneos regios como con la Universidad Internacional. Se encuentran, además, en una zona de especial riqueza paisajística, lo que aumenta su encanto, especialmente desde que en junio de 1994 se concluyera su imprescindible rehabilitación, dirigida por el arquitecto Luis de la Fuente.
Estas caballerizas fueron construidas en 1918 dentro de un inconfundible estilo “inglés” inspirado en los pabellones de Osborne House, residencia de la Reina Victoria Eugenia en la isla de Wight. El proyecto lo tenían acabado los arquitectos Bringas y Riancho ya en 1914, pero fue ampliado por este último tres años más tarde.
Dedicada a “Residencia de la playa” por la Universidad Internacional, en los veranos de 1933, 1934 y 1935 actuó en el patio la compañía de La Barraca, dirigida por Federico García Lorca. Una placa de cerámica, donada por la escultora Isabel Garay instalada en la parte baja de la torre, recuerda este notable acontecimiento.
El primer año, en 1933, los asistentes disfrutaron de la obra los "Entremeses" de Miguel de Cervantes, "Fuenteovejuna" de Lope de Vega y "La vida es sueño" de Pedro Calderón de la Barca. Esta escenografía fue llevada a cabo por Ramón Gaya, Ponce de León y Santiago de Ontañón.
En el año 1934 comenzaron las representaciones de teatro con la "Égloga de Plácida y Victoriano" y el "Retablo de las maravillas", coincidiendo con el fallecimiento de Ignacio Sánchez Mejías el 13 de agosto.
El día 15 de agosto representaron el "Burlador de Sevilla", de Tirso de Molina y el 17 tuvo lugar la representación de "Fuenteovejuna". Ambas escenografías estuvieron a cargo también de Ramón Gaya, Ponce de León y Santiago Ontañón.
El último viaje de Lorca fue en 1935, año que se celebraba el centenario de la muerte de Lope de Vega.
A esas obras teatrales representadas en el patio de las Caballerizas Reales acudieron otros personajes ilustres como Miguel de Unamuno, Ortega y Gasset, Guillermo de Torre...
En la actualidad, las Caballerizas Reales están habilitadas como residencia de estudiantes de la UIMP. El edificio cuenta con 54 habitaciones dobles, dos de ellas completamente accesibles para que puedan disfrutarla todo tipo de personas. La planta presenta dos patios unidos por una torre. Asimismo, cuenta con dos entradas, una hacia el oeste, que da acceso a un patio ajardinado y flanqueado por dos cuerpos constructivos dedicados a habitaciones, y otra entrada hacia el sur, por un patio en el que se disponen tres aulas, dos de ellas con capacidad para medio centenar de personas, y otra para setenta, aproximadamente. Las aulas llevan los nombres del poeta Pedro Salinas, secretario de la Universidad en 1933-1936, y de quien fuera rector de la UIMP en 1989-1995, Ernest Lluch Martín, asesinado en 2000.
Junto a las Caballerizas se encuentra el Paraninfo, espacio que nunca ha cambiado la utilidad para la que fue diseñado: la celebración de diversos actos académicos y culturales. Fue construido en los años treinta por González de Riancho en un estilo racionalista que contrastaba con el pintoresquismo de las Caballerizas.
En los años noventa Luis de la Fuente modificó algunos elementos del edificio, integrándolo en el conjunto de las Caballerizas, y lo dotó de los elementos modernos que eran imprescindibles para su uso. El salón de actos consta de un auditorio con capacidad para de trescientas cincuenta personas y todos los recursos técnicos para la organización de congresos.
El edificio está construido con sillarejo en los paramentos, disponiéndose sillares de piedra a soga y tizón en esquinas y jambas de las ventanas, con líneas de imposta a lo largo de la fachada. La sensación que produce es de varios cuerpos independientes, aunque bastante elevados en altura, con una fachada asimétrica en la que se aprecia la alternancia de cuerpos entrantes y salientes y dos torres octogonales al sur, de diferente elevación, que refuerzan la irregularidad exterior. Presenta cornisas cortadas por hastiales triangulares. Dos niveles de buhardillas (el superior añadido por Riancho en los años treinta) rompen la monotonía de los faldones de pizarra del tejado, que presentan una fuerte pendiente.
Las dos entradas principales del Palacio coinciden con dos de los elementos más destacados del exterior. El acceso que suele utilizarse habitualmente, realzado con la rehabilitación de 1995, se halla en la fachada norte, en el antiguo pórtico de carruajes. La otra entrada principal da al sur y comunica directamente, por una escalinata central de doble tramo, con el Hall Real de la planta principal.
Este museo se encuentra en la zona noroeste de la Península, en una amplia terraza con vistas al Abra del Sardinero. El conjunto de este museo al aire libre es una amalgama de elementos en homenaje a las nueve expediciones realizadas por el navegante santanderino Vital Alsar Ramírez entre 1966 y 1992.
Allí están los tres galeones que utilizó en sus aventuras oceánicas: el "Ana de Ayala", el "Cantabria" y el "Quitus Amazonas".
Junto a ellos, la balsa construida en Guayaquil (Ecuador), sobre la que cruzó el Pacífico en 1970, el viaje más largo de la historia realizado en tan frágil modelo de embarcación. Se instaló allí además una sirena de bronce, obra del escultor mexicano Enrique Jolly, y un mapa del mismo material realizado por Manuel Pereda de la Reguera, en el que se muestran algunas rutas del marino montañés.
El conjunto se completa con una cabeza de Vital Alsar realizada por Ruiz Lloreda y una burbuja de salvamento que fue remolcada por el galeón "Cantabria" durante más de siete millas náuticas.